Eutanasia

La eutanasia es la intervención voluntaria que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con su consentimiento, con la intención de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de la vida sin sufrimiento.

En un sentido más contemporáneo y restringido, la eutanasia es aquel procedimiento voluntario, intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la muerte de un paciente terminal de algún padecimiento incurable; a solicitud consciente, estudiada y deliberada del enfermo o familiares, quienes, plenamente enterados de que no existe tratamiento curativo para la dolencia; le solicitan al médico que la realice sobre el paciente para así dar fin con el dolor y sufrimiento intolerables e intratables.

Existen diferentes leyes sobre la eutanasia en cada país. El Comité selecto de Ética médica de la Cámara de los Lores británica define la eutanasia como una intervención deliberada emprendida con la intención expresa de poner fin a una vida, para aliviar el sufrimiento intratable. En los Países Bajos y en Bélgica, es entendida como «la terminación de la vida por un médico a petición de un paciente. Sin embargo, la ley holandesa no usa el término eutanasia, sino que lo incluye bajo la definición más amplia de suicidio asistido y finalización de la vida a petición. En Colombia la Corte Constitucional en su sentencia C 239 de 1997 manifiesta que el homicidio por piedad es es la acción de quien obra por la motivación específica de poner fin a los intensos sufrimientos de otro, y que doctrinariamente se le ha denominado homicidio pietístico o eutanásico. No obstante, en la sentencia T 970 de 2014, se lee que las definiciones sobre eutanasia son múltiples y actualmente no se cuenta con alguna totalmente aceptada pero aún así, se utiliza la definición de la doctrina jurídica para precisar los elementos necesarios para que el homicidio corresponda al concepto doctrinario de eutanasia; también usa la descripción doctrinaria para su clasificación.

La eutanasia está clasificada de diferentes formas: directa e indirecta según el accionar médico, y voluntaria e involuntaria si se cuenta o no con el consentimiento del paciente.

Historia

La eutanasia se practicó en las antiguas Grecia y Roma. Por ejemplo, la cicuta se empleó en la isla de Ceos como un medio para acelerar la muerte; técnica que también se empleaba en Marsella. La eutanasia, en el sentido de la deliberada aceleración de la muerte de una persona, fue apoyada por Sócrates, Platón y Séneca el Viejo en el mundo antiguo, aunque parece que Hipócrates había hablado en contra de la práctica, cuando escribió: no prescribiré una droga mortal para complacer a alguien, ni dar consejos que puedan causar su muerte, lo que indica que pudo haber un cierto debate en la literatura sobre si se pretendía o no incluir la eutanasia.

El concepto de eutanasia en el sentido de aliviar el proceso de la muerte se remonta al historiador médico, Karl Friedrich Heinrich Marx (1796-1877) quien se basó en las ideas filosóficas de Bacon. Según Marx, un médico tenía el deber moral de aliviar el sufrimiento de la muerte mediante el aliento, el apoyo y la mitigación mediante el uso de medicamentos. Tal alivio de la muerte reflejó el espíritu de la época de la cual fue contemporáneo, pero Marx lo colocó en el canon de la responsabilidad médica por primera vez. También hizo hincapié en la distinción entre el cuidado teológico del alma de las personas enfermas desde el cuidado físico y el tratamiento médico por parte de los galenos.

La eutanasia, en su sentido moderno, ha sido fuertemente opuesta a la tradición judeocristiana. Tomás de Aquino (1225-1274) se opuso, y argumentó que la práctica de la eutanasia contradecía nuestros instintos humanos naturales de supervivencia, así como también lo hicieron François Ranchin (1565-1641), médico francés y profesor de medicina y Michael Boudewijns (1601-1681), médico y profesor. Otras voces abogaron por la eutanasia, como el poeta inglés John Donne (1572-1631) en 1624,​ y la eutanasia continuó en práctica. En 1678, la publicación del libro De pulvinari morientibus non-subtrahend (del latín La almohada de los moribundos no debe ser sustraída) de Caspar Questel, debate sobre el tema. Questel describió varias costumbres que eran usadas en ese momento para traer la muerte a los moribundos, incluida el retiro de la almohada que, se creía, aceleraba la muerte; argumentó en contra de tal práctica, pues hacerlo está contra las leyes de Dios y de natura.​ Este punto de vista fue compartido por otros que les siguieron, inlcuidos Philipp Jakob Spener, Veit Riedlin y Johann Georg Krünitz. A pesar de la oposición, la práctica de la eutanasia continuó, involucrando técnicas como la sangría, la asfixia y sacar a las personas de sus camas para colocarlas en el suelo frío.

A mediados del siglo xix, surgió el uso de la morfina para tratar «los dolores de la muerte». En 1848 el cirujano estadounidense John Collins Warren (1778-1856) recomendó su empleo. En 1866, el médico británico Joseph Bullar (1815-¿?) reveló una utilización similar para el cloroformo. Sin embargo ninguno de los dos recomendaba que la ocupación de este fármaco debería ser para acelerar la muerte. En 1870, el inglés y maestro de escuela Samuel Williams, inició el debate sobre la eutanasia contemporánea a través de un discurso en el Birmingham Speculative Club, una sociedad cuyos miembros eran filósofos aficionados que recopilaba sus trabajos.

El ensayo fue revisado favorablemente en el diario The Saturday Review de Londres; pero apareció una editorial contra el ensayo en la revista semanal británica The Spectator.​ A partir de ese momento, resultó ser influyente, y otros escritrores se manifestaron a favor de tales puntos de vista: Lionel Tollemache, octavo conde de Dysart (1794-1878) escribió a favor de la eutanasia, al igual que la británica Annie Besant (1847-1933), la ensayista y reformadora que más tarde se involucró con la National Secular Society (Sociedad Nacional Laica), considerando que era un deber con la sociedad que uno debe morir voluntariamente y sin dolor cuando uno llega al punto de convertirse en una carga.​ La revista Popular Science analizó el tema en mayo de 1873, evaluando ambos lados del argumento.

El auge del movimiento de la eutanasia en los Estados Unidos de América coincidió con la llamada Edad chapada en oro de ese país, un momento de cambio social y tecnológico que abarcaba un conservadurismo individualista que elogiaba la doctrina económica del laissez faire (en francés: dejen hacer), el método científico y el racionalismo, que sucedió junto a grandes depresiones económicas, industrialización y conflicto entre corporaciones y sindicatos.​ También fue el período en el que se desarrolló el sistema hospitalario moderno, que ha sido visto como un factor en el surgimiento del debate sobre la eutanasia.

El abogado Robert G. Ingersoll (1833-1899) intercedió a favor de la eutanasia, afirmando, en 1894, que cuando alguien padece una enfermedad terminal, como un cáncer en fase terminal, debería tener derecho a finalizar con su dolor mediante el suicidio. El judío, racionalista intelectual Felix Adler (1851-1933) ofreció un enfoque similiar, aunque, a diferencia de Ingersoll, Adler no rechazó a la religión. De hecho, argumentó un marco de cultura ética. Este último argumentó en 1891 que aquellos que sufrían de un dolor abrumador deberían tener el derecho a suicidarse y, además, que un médico debería estar autorizado para ayudarle. Así Adler, se convierte en el primer estadounidense «prominente» en abogar por el suicidio en casos donde la gente sufría una enfermedad crónica. Tanto Ingersoll como Adler argumentaron a favor de la eutanasia voluntaria en adultos que padecen dolencias terminales. Dowbiggin sostiene que al romper las objeciones morales previas a la eutanasia y el suicidio, Ingersoll y Adler permitieron a otros extender la definición de eutanasia.

El primer intento en este país para legalizar la eutanasia tuvo lugar cuando Henry Thomas Hunt lo introdujo en la Asamblea General de Ohio de 1906.​ Esto lo hizo Hunt a costa de Anna S. Hall una rica heredera que fue una figura importante en el movimiento de la eutanasia durante los primeros años del siglo xx en los Estados Unidos de América. Hall había visto morir a su madre después de una larga batalla contra un cáncer hepático y se había dedicado a garantizar que los demás no tuvieran que soportar el mismo sufrimiento. Con este fin, participó en una extensa campaña de redacción de cartas, reclutó a Lurana W. Sheldon y a Maud Ballington Booth, y organizó un debate sobre la eutanasia en la reunión anual de la American Humane Association (Asociación Humana Estadounidense) en 1905, descrita por Jacop Appel como el primer debate público significativo sobre el tema en el siglo xx.

El proyecto de ley de Hunt requería la administración de un anestésico para provocar la muerte de un paciente, siempre y cuando la persona sea mayor de edad y tenga la mente sana, y se encuentre sufriendo de una lesión fatal o una enfermedad irrevocable o un gran dolor físico. También requería que el caso fuese atendido por un médico, el consentimiento informado ante tres testigos y la asistencia de tres médicos que tenían que aceptar que la recuperación del paciente era imposible. Una moción para impugnar el proyecto fue rechazada, pero, de todas formas, el proyecto de ley no pasó pues obtuvo una votación de 79 en contra y 23 a favor.

Junto con la proposición de eutanasia del estado de Ohio, en 1906 el asambleísta Ross Gregory presentó una propuesta para permitir la eutanasia a la legislatura de Iowa. Sin embargo, la legislación de Iowa tenía un alcance más amplio que el ofrecido en Ohio. Permitió la muerte de cualquier persona de al menos diez años de edad que sufriere una dolencia que resultaría fatal y causaría un dolor extremo, en caso de que tuvieran una mente sana y expresasen el deseo de apresurar artificialmente su muerte. Además, permitía que los bebés fuesen sacrificados si estaban lo suficientemente deformados, y les permitía a los tutores solicitar la eutanasia en nombre de sus pupilos. La legislación también impuso sanciones a los médicos que se negaren a realizar la eutanasia cuando les fuere solicitada: una pena en prisión de entre seis a doce meses y el pago de una multa entre 200 a 1000 dólares estadounidenses. La propuesta resultó ser controversial; engendrando un debate considerable y no fue aprobada al haberse retirado la consideración después de pasarla a la Comisión de Salud Pública.

Después de 1906, el debate sobre la eutanasia se redujo en intensidad, resurgiendo periódicamente, pero no volviendo al mismo nivel de discusión hasta la década de 1930 en el Reino Unido.

El oponente a la eutanasia, Ian Dowbiggin (1952) argumenta que la creación temprana de la Sociedad Estadounidense pro Eutanasia (ESA; por sus siglas en inglés) reflejó la cantidad de procedimientos eutanásicos percibidos en ese momento, 1920, a menudo viéndolo como un asunto de eugenesia más que como un tema relacionado con los derechos individuales.​ Dowbiggin sostiene que no todos los eugenistas se unieron a la ESA «solo por razones eugenésicas», si no que, según postula, había claras conexiones ideológicas entre los movimientos eugenésicos y la eutanasia.

La Sociedad Voluntaria de Legalización de la Eutanasia (actualmente denominada Dignity in Diying), fue fundada en 1935 por Charles Killick Millard. El moviento hizo campaña para la legalización de la eutanasia en Gran Bretaña.

En enero de 1936, el rey Jorge V recibió una dosis fatal de morfina y cocaína para acelerar su muerte. En ese momento padecía de insuficiencia cardiorrespiratoria y la decisión de dar fin a su vida la tomó su médico lord Bertrand Dawson. Aunque este evento fue mantenido en secreto durante más de cincuenta años, la muerte de Jorge V coincidió con la legislación propuesta en la Cámara de los Lores para legalizar la eutanasia.

El Aktion T4 es el nombre que se le dio, en la posguerra, al asesinato en masa mediante la eutanasia involuntaria durante la Alemania nazi. La partícula T4 es una abreviación de Tiergartenstraße 4, que era la dirección del departamento de la Cancillería, creado en la primavera de 1940, en el barrio berlinés de Tiergarten, institución que reclutó y pagó al personal asociado con el T4. Ciertos médicos alemanes fueron autorizados a seleccionar pacientes «considerados incurablemente enfermos, después del examen médico más crítico» y luego administrarles una «muerte por piedad» (Gnadentod). Después del final nominal del programa, los médicos en instalaciones alemanas y austríacas continuaron con muchas de las prácticas del Aktion T4, hasta la derrota de la Alemania en 1945.

Los asesinatos tuvieron lugar desde septiembre de 1939 hasta el final de la guerra Mundial en 1945, tiempo durante el cual fueron liquidadas entre 275 000 a 300 000 personas en varios centros de exterminio ubicados en hospitales psiquiátricos en Alemania y Austria, junto con los de la Polonia dominada, y los del Protectorado de Bohemia y Moravia (ahora República Checa). El número de víctimas registradas inicialmente fue un desalentador total de 70 273 personas; el cual ha sido revisado, mostrándose notoriamente al alza, debido al descubrimiento de víctimas adicionales que figuran en los archivos de la antigua Alemania Oriental. Aproximadamente la mitad de los asesinados fueron tomados de los asilos de las iglesias, a menudo con la aprobación de las autoridades protestantes o católicas de esas instituciones.

A pesar de que la Santa Sede anunció el 2 de diciembre de 1940 que la política era contraria a la ley divina natural y positiva y que «el asesinato directo de una persona inocente no esta permitido, ya sea por defectos mentales o físicos», la declaración no fue confirmada por algunas autoridades católicas en Alemania. Por otro lado, durante el verano de 1941, las protestas fueron dirigidas en ese país por el obispo von Galen, cuya intervención, según Richard J. Evans, condujo al «movimiento de protesta más fuerte, explícito y extendido contra cualquier política desde el comienzo del Tercer Reich».

Han sido ofrecidas varias razones para el programa, incluida la eugenesia, la compasión, la reducción del sufrimiento, la higiene racial, la rentabilidad y la presión sobre el presupuesto de beneficencia social.​ La continuación no oficial de la política dio lugar a muertes adicionales por medicamentos y medios similares, lo que resultó en 93 521 camas vaciadas a finales de 1941.​ La tecnología que fue desarrollada bajo el programa Aktion T4, particularmente el uso del gas letal para matar a un gran número de personas, fue responsabilidad de la división médica del Ministerio del Interior del Reich, junto con el personal que había participado en el desarrollo de la misma y luego participó en la Operación Reinhard.

La tecnología, el personal y las técnicas desarrollas fueron fundamentales para la implementación de los genocidios nazis. Aunque el programa fue autorizado por Hitler, los homicidios han sido vistos como asesinatos en Alemania. El número de muertos fue aproximadamente unos 200 000​ en Alemania y Austria; en otros países europeos, aproximadamente 100 000 personas también fueron víctimas letales.

En el entendimiento actual, el uso del término «eutanasia» en el contexto del Aktion T4 se le considera un eufemismo para ocultar un programa de genocidio, en el cual las personas fueron asesinadas por discapacidades, creencias religiosas y valores individuales discordantes con el régimen nazi. Comparado con las discusiones sobre eutanasia que siguieron al finalizar la guerra, el programa Nazi pudo haber sido redactado en palabras que parecen similares al uso moderno del término, la diferencia radica en que durante el T4 no hubo misericordia y los pacientes no fueron necesariamente pacientes terminales. A pesar de estas diferencias, el historiador y opositor a la eutanasia Ian Dowbiggin escribe que los orígenes de la eutanasia Nazi, como los del movimiento estadounidense pro eutanasia, preceden al Tercer Reich y se entrelazaron con la historia de la eugenesia y el darwinismo social, como también con los esfuerzos para desacreditar la moralidad tradicional y la ética.

El 6 de enero de 1949, la Sociedad Estadounidense pro Eutanasia presentó a la Legislatura del Estado de Nueva York una petición para legalizar la eutanasia, firmada por 379 ministros protestantes y judíos, el grupo más grande de líderes religiosos que haya adoptado esta postura. Una petición similar había sido enviada a la Legislatura de Nueva York en 1947, firmada por aproximadamente mil médicos de Nueva York. Los líderes religiosos católicos criticaron la petición, diciendo que tal proyecto de ley legalizaría un pacto “asesinatosuicida”» dicha crítica incluía una «racionalización del quinto mandamiento de la ley de Dios: “No matarás”.

La petición provocó tensiones entre la Sociedad Estadounidense pro Eutanasia y la Iglesia Católica, lo que contribuyó a un clima de sentimiento anticatólico en general, en relación con cuestiones como el control de la natalidad, la eugenesia y el control de la población. Sin embargo, la petición no dio lugar a ningún cambio legal.

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